Publicado en El Periódico de Catalunya, 1991-IX-10
La semejanza entre las imágenes del programa Camaleó y las del golpe de estado en la URSS indican que la "imaginación crítica" está atenazada por los mismos esquemas míticos que han impulsado a los golpistas.
Se hizo patente desde que se anunció la guerra del Golfo. Y se ha notado otra vez a raíz del golpe de Estado en la URSS. Los acontecimientos dejan obsoletos y hasta en ridículo a muchos especialistas. Como suele pasar con el tiempo y las previsiones metereológicas, apenas se inunda el aire o las páginas impresas de predicciones, las situaciones toman otro rumbo. Y aunque los comentaristas que las comentan (creen que) buenos comentaristas son, cada día son más estridentes los chirridos entre el mundo en que vivimos y cómo nos lo explicamos.
Este desajuste es especialmente preocupante si pensamos en la dimensión política de las explicaciones: en sus repercusiones en la organización de la vida social. Más aún si se proclaman críticas. Esta es acaso la gran contradicción de lo que consideramos pensamiento progresista: que, bajo argumentos aparentemente críticos, a menudo oculta las garras de prejuicios tradicionales que se traducen en gestos idénticos. Por eso ya no sirve la disyuntiva derecha / izquierda.
Comparar las recientes imágenes del golpe de Estado en la URSS con aquellas otras del programa Camaleó - ensalzado como fruto de la imaginación creativa y crítica -, permite ilustrar este problema. ¿Es cierto que "aquello no fue más que un avance de programación", que anticipó "el show informativo de estos días", tal como decía en estas páginas no hace mucho el antropólogo y guionista del programa, Manuel Delgado y han coreado otras voces? ¿Hemos asistido ahora a "una copia muy bien conseguida" de aquella "profecía"? En otras palabras, ¿la realidad imita al arte - hoy al arte televisivo - o el arte no es más que una imitación de la realidad?
Coincido con los responsables de Camaleó en que hay que distinguir entre lo que sucede, y las explicaciones que los informativos de televisión nos ofrecen cotidianamente acerca de lo que sucede; por eso aplaudo cualquier ejercicio que ayude a desvelar el carácter imaginario de cuantas explicaciones se presentan como verdaderas.
Pero he de matizar que entiendo por realidad el conjunto inmenso y variado de vivencias de los múltiples seres humanos y de los restantes seres y no seres que nos rodean. Mientras que cualquier explicación se construye a base de seleccionar algunos aspectos de la realidad que se consideran significativos y despreciar otros como insignificantes, ordenando los datos de acuerdo con algún sistema de valores. Las explicaciones ofrecen, pues, distintas versiones parciales de la realidad, que se diferencian entre sí por los ingredientes que barajan y por la valoración de acuerdo con la cual se ordenan. Además, creo que este planteamiento hay que llevarlo hasta sus últimas consecuencias, especialmente si somos profesionales de alguna forma de explicar el mundo, sea como periodistas, políticos, sociólogos, médicos, historiadores, antropólogos, ingenieros... Porque en ese caso formamos parte de alguna institución que vela para que se identifique lo que explicamos con la "Verdad", ya que está investida de alguna forma de "Poder" cuyo objetivo es que la realidad se ajuste a su versión. Y probablemente somos los profesionales los más propensos a confundir la realidad con lo que nos hemos habituado a pensar.
Si examinamos con qué ingredientes de la realidad se construyó aquella ficción televisiva, podemos notar que, ante el desmoronamiento del orden vigente en la URSS, la salida que los responsables de Camaleó imaginaron - un golpe de fuerza de los sectores m s conservadores para cortar el proceso - es exactamente la misma que imaginaron los golpistas y les sirvió de pauta para ejecutar su insurrección. Pero además, si Yanaiev y sus compañeros decidieron poner en práctica ese plan fue porque menospreciaron otras soluciones que han imaginado otros miembros de la comunidad implicados en la situación, y porque infravaloraron su capacidad para realizar sus proyectos. Ese desprecio se daba también en el informativo de ficción, que recuerdo mucho más apocalíptico que las primeras noticias sobre el golpe de Estado del 19 de agosto, m s sangriento hasta el magnicidio, más fatalista. La realidad resulta ser más diversa, más viva, más humana. No sólo por el papel que han jugado quienes han reaccionado de acuerdo con proyectos distintos de los que movieron a los insurrectos. También, por la debilidad que han manifestado los duros, y que tampoco tenía sitio en Camaleó.
Este esquema mítico, según el cual si se atenta contra el Orden establecido se incurre en el Caos amenazante y no cabe otra opción que reforzar el Orden y doblegarse a su lógica, se repite una y mil veces. Un ejemplo cercano y pertinaz: los argumentos políticos y económicos que insisten en que hemos de orientar todos nuestros esfuerzos hacia Europa so pena de sucumbir en el subdesarrollo.
Cuando estos esquemas atenazan nuestros pensamientos, reaccionamos rígidamente, sometiéndonos a ellos y forzando a que los demás lo hagan, y se bloquea nuestra imaginación. Por eso, el reto de nuestro tiempo es llevar la crítica hasta la autocrítica y dejarnos sorprender por la realidad, para poder imaginar posibilidades más ricas y humanas.