Publicado en El Periódico de Catalunya, 1991-X-31
Los profesionales de la enseñanza pública se quejan de que su salario mensual es inferior al de los restantes funcionarios de su mismo nivel en unas 30.000 pesetas. Y los de la privada, porque cobran otras tantas miles de pesetas menos que los de la pública y encima hacen más horas.
Pero el malestar que manifiestan estos días no se debe sólo a remuneraciones económicas y horarios laborales. Los ochenta mil profesores y profesoras que imparten las enseñanzas primaria y secundarias a un millón de criaturas y adolescentes en Cataluña ven, además, que se les viene encima el peso cotidiano de implantar una Reforma que se sospecha que no ayudará a mejorar la convivencia en las aulas, cada día más difícil.
Porque bajo el lenguaje psicopedagógico de los reformadores, tan moderno y cargado de buenas intenciones como farragoso, se adivinan los programas tradicionales. Y esa visión del mundo, que quienes hoy somos adultos y adultas hemos llegado a asimilar a golpes de exámenes año tras año, actualmente ya no sirve ni para re-conocer el mundo en que vivimos, ni, menos aún, para hacerlo más humano.
He aquí la raíz de la crisis del sistema escolar, y de esa desazón profesoral por tener que repetir e inculcar, un día y otro día, unas explicaciones tan poco convincentes, y cuyas falacias se hacen patentes impúdicamente cada vez que una alumna o un alumno replica o se resiste a escuchar.