Publicado en El Periódico de Catalunya, 1991-XII-8
Hay quien lamenta que los casos de corrupción política ocupen cada día más espacio en los medios de comunicación de masas. Si la democracia, la política, los políticos pierden credibilidad - dicen -, se puede generar un apoliticismo propicio al éxito de tendencias dictatoriales. Y alguno incluso sospecha de alguna campaña con tal fin.
Indudablemente, tanta corrupción perjudica la vida democrática. Pero no porque hable de ella la prensa, la radio y la televisión. A mucha gente estas noticias no nos sorprenden. Cada cual según los ambientes en que se mueve - y también, en los que prefiere no moverse -, conoce por experiencia las corruptelas, menores o mayores, que han entretejido la historia de nuestra democracia: los beneficios que a menudo se obtienen por estar cerca del poder, los precios que se suelen pagar por estos beneficios, y las consecuencias a veces negativas de mantenerse a distancia. Sin embargo, tan preocupante como estas prácticas fue, durante varios años, el silencio público que las rodeó y que sin duda favoreció que hayan adquirido las dimensiones que últimamente al fin se ponen al descubierto.
Por eso pienso que es mejor para la democracia que salgan a la luz estos casos de corrupción. Es un indicio de que funcionan esos mecanismos de control que la distinguen de una dictadura. Hora es ya de que, además, funcionen otros: que se sancione y se aparte de la actividad política a los responsables.