Publicado en El Periódico de Catalunya, 1991-VII-11
Con la llegada del verano, los alumnos y alumnas convencionales abandonan las aulas y se inician esos otros cursos en los que participan profesoras y profesores. La oferta de estos cursos estivales es amplia, diversa y se extiende por toda la geografía. Aunque si examinamos los programas, advertimos rasgos comunes entre los que corresponden a las enseñanzas primaria y media, y a la enseñanza universitaria.
La más visible, el distinto uso de la palabra didáctica. Entre el profesorado de enseñanzas, primaria y media, existe una preocupación por cómo organizar el trabajo en el aula, cómo transmitir el conocimiento, que diríase inexistente entre los y las docentes universitarios: la soporífera clase magistral impera impunemente en el nivel superior del sistema educativo.
Pero la desigual preocupación por el cómo no es ajena al qué se transmite. Así, mientras el profesorado de los niveles superiores se ejercita en parapetarse una vez más tras su especialidad y arroparse entre los velos opacos del lenguaje de su escuela, las y los profesores de enseñanzas primaria y media rastrean en los diversos feudos del saber esas piezas que permiten reconstruir el puzzle global del conocimiento.
La superioridad universitaria sólo lo es, pues, en la jerarquía que se nota en las subvenciones que reciben estos cursos: en las retribuciones y el número de estrellas de los hoteles del profesorado que los imparte.
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