Publicado en El Periódico de Catalunya, 1992-VIII-5
Desde que supo que tendría que elegir, se interesó por aquella película, por su argumento, por el director, por los personajes y los actores que los interpretaban. Y el día que se estrenó en su ciudad no quiso perdérsela. Tuvo que soportar una cola larguísima, horas y horas sin moverse y sin hablar, como si hiciera instrucción militar. Pero en cuanto tuvo en la mano la entrada se encontró ante El Gran Acomodador que le marcaba la dirección que debía seguir. Al llegar ante la sala en la que se proyectaba su película, pasó de largo sin escuchar sus ruegos. Y le hizo continuar hasta otro asiento de otra sala donde hacían otra película que no le apetecía nada. A su alrededor, la gente comentaba que les había pasado lo mismo, porque a medida que se llenaban los cines con las películas de mayor éxito, cerraban las puertas y dirigían al personal hacia aquellas en las que había asientos vacíos. Lo más angustioso era que aquella era la película que tendrían que interpretar hasta el fin de sus días...
Se despertó sobresaltada por el personaje y la historia que marcarían su vida...
Junto a su cama, en el suelo, vio la página del periódico con las notas exigidas para ingresar en las distintas Facultades, y recordó que se había dormido pensando que, con su 6'47, no podría estudiar ni Periodismo ni Comunicación Audiovisual ni Publicidad, sino que tendría que rellenar las aulas de Filosofía, Historia, Filología, Sociología o Geografía.
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