Publicado en El Periódico de Catalunya, 1993-VIII-13
Los ríos son fuente de vida para las tierras por las que discurren. Por eso, a lo largo de los tiempos, las gentes han buscado el regazo de los ríos y, junto a sus cauces, han creado aldeas y ciudades de menores o mayores dimensiones: a orillas del Tigris y el Eufrates, del Nilo, el Indo y el río Amarillo, florecieron las primeras civilizaciones.
Sin embargo, últimamente algunos tecnócratas se han propuesto invertir este principio, y pretenden obligar a los ríos a dirigir sus aguas hacia las ciudades. Este es el futuro que amenaza al Ebro, si se cumplen las previsiones del Plan Hidrológico Nacional. Ante el crecimiento urbano desmesurado de Barcelona - que impulsa un incremento incontrolado de la demanda de bienes tan imprescindibles y escasos como el agua -, en lugar de adoptar medidas para preservar a largo plazo los recursos con los que contamos y buscar soluciones para equilibrar su distribución social, se piensa en echar mano cuanto antes de los ríos que todavía no hemos destrozado del todo para absorber su caudal... mediante costosísimas inversiones. Más incomprensible resulta todavía que, mientras la administración del estado se propone reducir el actual cauce del Ebro, la Generalitat de Catalunya financie otro proyecto para hacerlo navegable; a no ser que se trate simplemente de disimular el gran estropicio.
Pero el Ebro no está sólo: en muchas poblaciones se le rinde homenaje este verano mediante fiestas diversas para conjurar tan malos agüeros. Ya llegar el invierno.
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