Publicado en El Periódico de Catalunya, 1992-VI-13
La represión no es el único remedio ni la fórmula más eficaz para solucionar los conflictos sociales. Por el contrario, puede alimentarlos y propiciar que se ramifiquen. Y reprimir el consumo de algunas drogas no resuelve ni las tensiones que lo fomentan ni los problemas que de ello se derivan.
Consumimos drogas para soportar las exigencias de nuestra sociedad. Y no son menos dañinas las legales o las que pueden adquirirse al amparo de una receta médica, que las que están condenadas como ilegales. Porque peor que el remedio es la ansiedad que nos lleva a engancharnos en lo que sea, en la velocidad, el hachís, el trabajo, el alcohol, el incienso de las iglesias, la heroína, el dinero... Penalizar el uso de algunas no sólo favorece que se les atribuya m s atractivo del que tienen. Fomenta, además, el desarrollo de amplias redes de gente interesada en comerciar con tanta angustia, desde los que obtienen los beneficios m s suculentos, hasta el guardia civil que por desviar la vista puede recibir su sueldo de un año generosamente multiplicado, o quienes encuentran así el complemento de un salario, una paga semanal o ese subsidio de paro que se cobra o no se cobra. Y a la sombra de la clandestinidad es más fácil adulterar los productos con el único límite de la ambición personal, y que las relaciones se impregnen cada vez más de chantajes y ajustes de cuentas que no siempre recogen las crónicas de sucesos.
Legalizar las drogas eliminaría estos problemas.