Amparo Moreno Sardà

Publicado en El Periódico de Catalunya, 1993-IX-6

        Para la gente que tenemos alguna relación con el sistema educativo, setiembre siempre ha sido setiembre, período de exámenes para quienes no los superaron en junio, y de transición entre las vacaciones de verano y el comienzo de un nuevo curso que, en el caso de la enseñanza secundario y universitaria, se aplazaba hasta octubre. Pero ahora, setiembre ya no es setiembre: en los últimos días de agosto empiezan a realizarse los que, por tanto, ya no podemos llamar exámenes de setiembre, y aquello de iniciar las clases después del Pilar se ha acabado. Los nuevos Planes de Estudio universitarios exigen que la gente esté en las aulas antes de la Mercè. Ya no queda ningún rastro de "La casa de la Troya". Nos hemos modernizado y europeizado y la mayor productividad reclama ritmos escolares más apretados para que las nuevas generaciones puedan acumular las grandes cantidades de información propias de nuestro mundo científico-técnico. Por eso, agosto es setiembre y en setiembre empieza octubre.

        Sin embargo, en una sociedad como la nuestra que ha desarrollado tantas m quinas capaces de conservar y utilizar cantidades enormes de información y memoria, no deja de ser un gran contrasentido instruir a la gente en una acumulación de memoria cada vez mayor. Lo que necesitamos hoy no es incrementar la información, sino tener claves que nos ayuden a manejarla para poder re-conocer mejor lo que vivimos. Sigue siendo cierto que "no por mucho madrugar amanece más temprano".