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Obligado descanso

 Publicado en El Periódico de Catalunya, 1995-VIII-29

        Aparentan que están de vacaciones. Se cuelan en las páginas y las secciones de verano de los medios de comunicación con sus bermudas, sus nikis, la sonrisa bien peinada a juego con el césped del jardín y la familia feliz. Sin embargo, a poco que nos fijemos vemos que no, que siguen en plena actividad. Algunos ni se molestan en disfrazarse con atuendos cómodos: se van unos días y a la menor ocasión se reincorporan al despacho y las fotos con traje. A todos les delatan las declaraciones que hacen: las mismas palabras, parecidas frases y un tono muy similar al que han derrochado durante el invierno. No pueden disimular que no han tonificado sus músculos ni lubricado sus neuronas ni oxigenado sus pensamientos: ningún matiz nuevo en sus argumentos indica que hayan enriquecido su perspectiva.

        Diríase que se creen superhombres que no necesitan reponer fuerzas. Olvidan que hasta Dios, a pesar de ser omnipotente y omnisapiente, después de dedicar seis sesiones a crear el mundo, descansó. Pobres enfermos, adictos a la actividad pública, lo más grave es que con su adición pueden  gangrenar la convivencia democrática.

        Merecen que los condenemos a un obligado descanso.

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