Ante esta rebelión feminista, la derecha --que en lo que respecta a la cuestión de la mujer siempre ha sido mucho más clarividente que la izquierda y tremendamente consecuente con sus intereses de clase- ha empezado a reaccionar. La Iglesia empieza a prepararse ante los inminentes debates sobre las leyes de1 divorcio y del aborto. Y los partidos políticos burgueses hablan de las reformas que están dispuestos a conceder, porque ven de lo contrario la rebelión feminista les resultará excesivamente incontrolable.
La réplica más coherente a la rebelión feminista ha sido la creación de la Organización de Mujeres Independientes, vinculada a Alianza Popular y presidida por Carmen Llorca, ex presiden del Ateneo de Madrid y actual Delegada de Cultura del Ministerio de Información y Turismo. Los objetivos de esta Organización son, según sus dirigentes, luchar contra las discriminaciones a sociales y legales que sufren las mujeres. Afirman tener ya unas dos mil afiliadas que pagan una cuota simbólica de 100 pesetas anuales, para que las mujeres no se inhiban de formar parte en la organización por motivos económicos. Se proponen crear asesorías en centros urbanos y rurales y prestar todo tipo de ayuda a las mujeres. Y aseguran que son independientes y no están financiadas por ningún grupo u organización política, cosa bastante dudosa con la cuota anual que proponen. Es evidente que desaparecida la Sección Femenina, el neofranquismo necesita re crear «la nueva mujer de España» (20).
Más diáfanamente partidarias de fomentar esta «nueva mujer» se presentan las Jóvenes Nacional-Revolucionarias, vinculadas a la organización fascista CEDADE, que el día 10 de abril ha celebrado su I Congreso bajo el clarificador slogan «Por la feminidad, contra el feminismo».
Estas reacciones de la derecha, junto con los frecuentes artículos en la prensa en contra de las feministas -artículos firmados por gentes de orden y también por progresistas reconocidos a los que nosotras preferimos calificar de progre-fascistas-- son, sin duda, una prueba evidente de que se empieza a entender el papel que puede jugar el Movimiento Feminista en un proceso revolucionario social. Es posible que este Movimiento sufra altibajos, crisis de crecimiento y problemas muy diversos que lo pongan en peligro. No ha hecho nada más que salir a la luz pública y reclamar el derecho a la existencia y a la palabra. Pero las mujeres, hasta ahora encarceladas entre las cuatro paredes de su hogar, van descubriendo que su problema son nuestros problemas y que sólo la lucha colectiva puede hacer avanzar la liberación de todas las mujeres.
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