Publicado en El Periódico de Catalunya, 1993-VIII-19
Las soluciones anunciadas o adoptadas para hacer frente a la pertinaz crisis que nos acosa me recuerdan a esas familias que se arruinan y a las que sólo les preocupa seguir manteniendo las apariencias: en lugar de eliminar los gastos superfluos, sólo imprescindibles para la ostentación, se obsesionan por escatimar la alimentación al servicio doméstico.
Las informaciones sobre las medidas adoptadas recientemente por el gobierno confirman esta sospecha: la reducción de 222 millones de pesetas en los gastos de protocolo resulta ridícula si se tiene en cuenta que en los Presupuestos Generales del Estado estaban previstos 2.100 millones, de los cuales 400 estaban asignados a altos cargos.
Estos gastos suntuarios no son los únicos que resultan superfluos. Pienso - sólo es un ejemplo - en las numerosas publicaciones a menudo lujosas con las que las direcciones, subdirecciones, secretarías, subsecretarías y otras secciones de las distintas administraciones pretenden demostrar una febril actividad, papeles que sólo suelen interesar a quienes reciben por ellas alguna subvención y acrecientan, así, un currículum que les avalará para acceder a nuevas financiaciones. Estos y otros gastos similares marcan notables diferencias entre los funcionarios que sólo perciben sus nóminas y aquellos que están "bien relacionados". Suprimir estos gastos no arrojará a nadie a la miseria. Y puede eliminar otras miserias.
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