Presentada a les VI Jornadas de Historias y Fuente Orales: La crisis del franquismo y la transición. El protagonismo de los movimientos sociales. Organitzat pel Seminario de Fuentes Orales de la Universidad Complutense de Madrid, i celebrat a la UNED - Ávila.
DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIA:
ENCANTAMIENTOS Y DESENCANTOS[1]
Amparo MORENO SARDÀ
Catedrática de Historia de la Comunicación
Universidad Autónoma de Barcelona
Quiero empezar esta ponencia manifestando mi agradecimiento a la Fundación Cultural Santa Teresa y al Seminario de Fuentes Orales de la Universidad Complutense de Madrid, por invitarme a participar en estas VI Jornadas sobre "Historia Y Fuentes Orales", por varios motivos.
En primer lugar, porque están dedicadas a hacer un homenaje póstumo a Maria Carmen García Nieto que con su esfuerzo hizo posible estas reuniones, con su actitud humana y su amistad nos ayudó a pensar que era posible una Universidad regida por reglas muy distintas de esa sanguinaria competitividad que tanto abunda en el mundo académico, y con su ejemplo intelectual y político nos animó a investigar y ensayar explicaciones históricas que tengan en cuenta al conjunto de seres humanos, mujeres y hombres de diversas condiciones, que con sus vivencias cotidianas dan forma a la sociedad.
También, porque esta invitación me ha proporcionado la ocasión para asistir a una reuniones a las que año tras año me proponía venir, aunque hasta ahora otras obligaciones lograban impedírmelo.
Y porque me parece un acierto muy oportuno abordar el tema de La crisis del franquismo y la transición. El protagonismo de los movimientos sociales, dada la necesidad cada vez más ineludible de indagar sobre algunas claves que han repercutido decisivamente en la vida democrática actual y futura, y clarificar qué mundo legamos a las generaciones más jóvenes.
El título de mi ponencia expresa algunas preocupaciones que he compartido con Maria Carmen García Nieto desde que nos conocimos en Pau en 1979. Uno de los temas de conversación que teníamos cuando nos encontrábamos era la situación política, que para nosotras tenía estrecha relación con la situación social. En estos años en que, además del cambio político, se ha producido una transformación social y económica que ha repercutido en las posibilidades de subsistencia de mucha gente, debido a la reconversión laboral que ha conducido al aumento del paro y de la precariedad, pude compartir con Maria Carmen una actitud que en los ochenta fue calificada de desencantada por aquellas personas que parecían estar encantadas con lo que sucedía. También compartimos la preocupación por formular otras explicaciones históricas que dieran cuenta de estos nuevos problemas políticos.
Es, pues, desde una postura que no se limita a vanagloriarse de los logros, pero que tampoco se regodea en la crítica por la crítica, desde la actitud de no compartir el encantamiento respecto a lo que hemos hecho durante este periodo y desde la voluntad de mantener una necesaria autocrítica, para no relegar al olvido las injusticias sociales que han pervivido e incluso se han agudizado en estos años, desde donde he explorado en estos últimos años las claves que voy a exponer en mi ponencia, que tienen que ver con los objetivos de estas jornadas de "dar protagonismo en el cambio político a los actores sociales que conformaban la mayoría de la población... y contrarrestar una visión de la transición basada en análisis políticos o en la acción de ciertas individualidades".
1. Posiciones sociales y explicaciones: del enfoque androcéntrico a otras perspectivas no-androcéntricas
En la bibliografía histórica y los análisis políticos sobre la transición de la dictadura a la democracia, aparecen algunos temas recurrentes: sobre la posibilidad o no de hablar sobre el periodo, y si existe la suficiente distancia histórica que proporcione una visión objetiva y evite incurrir en la subjetividad; sobre cómo construir la explicación, con qué fuentes documentales; y sobre el relato en sí, ya que lo anterior no son más que excusas para justificar que sí se va a hablar.
El resultado es un conjunto de relatos que se posicionan a favor o en contra de aquellos con(tra) quienes se disputa la verdad sobre el periodo, de acuerdo con las opciones políticas en liza, entre la loa y la descalificación de una reducido grupo de actores que escenifican sus actuaciones en los escenarios públicos.
La celebración de la VI edición de estas Jornadas, y la memoria de Maria Carmen García Nieto, pone de manifiesto que en estos años se ha trabajado en la elaboración de otros relatos, que enfocan a otras y otros protagonistas basándose en otras fuentes documentales.
Sin embargo, estas otras investigaciones y explicaciones, estas miradas otras, no logran poner en entredicho las versiones convencionales. En parte, debido a la potencia con la que se atrincheran sus defensores, que encierra el debate en posiciones antagónicas entre encantados / desencantados; pero también, debido a la debilidad de esas otras opciones que aceptan jugar a invertir en los reductos marginales de las que podemos calificar como secciones feministas universitarias y políticas, que han proliferado en los últimos años.
Los límites de estas explicaciones se ponen de manifiesto en la incapacidad para formular diagnósticos y proponer soluciones políticas que pongan algún remedio a los cada vez más acuciantes problemas sociales que vivimos. Es más, se diría que las injusticias se agravan a medida que se enquista nuestra dificultad para explicarlas.
Para salir de esta situación, considero necesario recordar que las explicaciones no dependen sólo de la mejor o peor voluntad individual, sino que, como ya indicó Marx, expresan una conciencia que tiene que ver con las condiciones materiales de quienes las producen.
Este principio nos ha de servir para comprender el lastre de los condicionantes de las explicaciones académicas y políticas, y el papel que podemos desempeñar en la pervivencia o modificación de esos discursos.
La lectura crítica de textos diversos de Historia y otras Ciencias Sociales, nos ha permitido des-cubrir que, lejos de la presunta objetividad, estos textos responden a un punto de vista particular y partidista, que hemos definido como androcéntrico, ya que enfoca no a todos los seres humanos, mujeres y hombres de distintas edades y condiciones sociales, ni siquiera a los hombres, sino preferentemente a una parte, a los varones adultos de clases y razas o pueblos dominantes, y en cuanto actores en los escenarios en los que se sitúan los centros de poder público[2].
Clarificar el alcance de este punto de vista no es una tarea fácil. Porque no se trata de un enfoque propio de los hombres, o de algunos hombres y ajeno a las mujeres, sino que corresponde a aquellas personas que lo asumen en el ritual iniciatico que les conduce a convertirse en profesionales de esos escenarios en los que se sitúan los centros de poder y también los centros de producción de conocimientos vinculados al poder. Por tanto, los hemos asumido también las mujeres, en la medida en que hemos aprendido las reglas que rigen en esos escenarios, y hemos aprendido a comportarnos de acuerdo con las reglas que rigen en ellos, a medida que hemos accedido a esas posiciones sociales, hemos tenido que asimilarlo también y asumir la creencia de su objetividad.
De ahí que la crítica al orden androcéntrico del saber académico requiera realizar ejercicios de autocrítica de las pautas de pensamiento asimiladas en el proceso de aprendizaje del comportamiento propio de mujeres u hombres adultos. Ejercicios de autocrítica que nos permiten comprender nuestra posición social en tanto que profesionales de una Universidad que está experimentando cambios notables que están relacionados con los cambios sociales que hemos impulsado las mujeres, con nuestras decisiones de acceder a espacios institucionales que históricamente nos habían sido vetados.
De modo que, en lugar de disimular o encubrir desde dónde hablamos, podamos asumir con claridad las contradicciones de nuestra subjetividad objetiva y evitar, así, incurrir en la opacidad del enfoque académico androcéntrico que aparece, así, más propio de situaciones sociales periclitadas, correspondientes a siglos ya pasados, que de una realidad no ya futura, sino cuanto más tiempo pasa más actual.
Precisamente, son estos cambios históricos de las relaciones sociales entre mujeres y hombres de distintas condiciones sociales, que han repercutido en la transformación de las relaciones en los escenarios públicos, y en el seno de una de las instituciones propias de estos escenarios, la Universidad, los que demandan realizar investigaciones sobre otras y otros protagonistas y, en consecuencia, buscar otras fuentes documentales.
Pero responder a esta demanda social, ampliar el enfoque androcéntrico, abarcar a otras y otros mujeres y hombres y valorar sus aportaciones como históricamente significativas, fruto de seres humanos que son también protagonistas y agentes de la Historia, explorar las fuentes habituales y otras fuentes para documentarnos sobre su pasado y presente, implica cuestionar pautas epistemológicas y paradigmas vigentes muy anquilosados en unas rutinas académicas que alimentan la repetición dócil de lo ya dicho, examen tras examen. No basta, por tanto, con realizar investigaciones específicas sobre grupos sociales particulares, y añadirlas a las que hablan de los varones que ejercen el poder. Es preciso ensayar nuevos paradigmas que nos orienten por esos otros enfoques y esas otras perspectivas no-androcéntricas. Sólo así podremos re-pensar nuestro pasado y presente y vislumbrar otra inteligibilidad, formular otros diagnósticos, proponer otras soluciones.
He apuntado ya que la crítica al orden androcéntrico del discurso académico requiere un ejercicio de autocrítica de las pautas de pensamiento asumidas para convertirnos en profesionales universitarios. Y considero conveniente insistir una y otra vez, porque esta crítica atenta y minuciosa, este pensar y volver a pensar tratando de des-velar los procedimientos mediante los que hemos aprendido a construir las explicaciones, el enfoque y el tratamiento que hacemos de la realidad, nos proporciona nuevas claves mediante las que podemos formular otros paradigmas no-androcéntricos[3].
2. Repercusiones de la dinámica expansiva en las transformaciones sociales privadas, públicas y marginales.
Las explicaciones androcéntricas académicas, políticas e informativas, cuando explican la transición de la dictadura a la democracia, enfocan preferentemente y a veces de forma exclusiva a un número no muy amplio de hombres que negocian entre ellos las continuidades y los cambios en la gestión del poder político. Todos ellos son varones adultos. La mayoría pertenecen a clases sociales acomodadas, otros forman parte de clases con niveles económicos inferiores, en ningún caso se considera protagonistas del cambio político a hombres que carezcan de recursos. Sólo cuando se tratan algunos aspectos puntuales relacionados con leyes que afectan directamente a las mujeres, se enfoca a algunas cuya posición social es homologable a la de los hombres.
A todos estos protagonistas, especialmente a ellos, se les atribuyen intervenciones públicas razonadas y razonables, que han sido más o menos decisivas para transformar el viejo sistema político dictatorial en otro que se presenta como muy distinto, capaz de garantizar los derechos individuales y la participación política democrática de toda la población. La imagen de algunos, resistiéndose al cambio, constituye un contrapunto que realza el buen hacer de los protagonistas enaltecidos.
Todos estos hombres considerados sujetos agentes de la historia de la transición de la dictadura a la democracia, y las pocas mujeres que participaron con acciones similares, han engrosado la nueva clase política, encuadrados en distintas opciones de partidos políticos y sindicatos que esgrimen posturas contrapuestas, y, gracias al cambio, disfrutan desde entonces de recursos económicos procedentes de su nueva posición como actores de la vida política, a diferencia de la mayoría de mujeres y hombres que, en estos mismos años de reconversión económica, se han encontrado con la amenaza y la realidad de perder el empleo, quedar en paro y tener dificultades para encontrar trabajo. Pero de estos detalles se habla poco, como si fueran cuestiones in-significantes, poco o nada significativas para entender la transición.
Este enfoque y este tratamiento androcéntrico de este periodo de nuestra historia reciente no difiere notablemente por el hecho de que se utilicen fuentes orales, lo que demuestra que las fuentes orales no garantizan por sí misma realizar un enfoque distinto del convencional, ya que, en definitiva, las fuentes sólo responden a las preguntas de quienes las exploran.
Relatos similares se han construido en formatos audiovisuales, que permite jugar con otras fuentes documentales, algunas proporcionadas por los medios de comunicación. En este caso, el enfoque preferente no suele cambiar sustancialmente, especialmente si se trata de productos informativos; aunque es cierto que en estos productos se suele enfocar también a esas otras mujeres y hombres que constituyen las mayorías, si bien raras veces son considerados protagonistas y agentes directos: suelen aparecer como telón de fondo sobre el que se realza la intervención de los líderes, protagonistas de las negociaciones políticas.
¿Son suficientes estas explicaciones para comprender los cambios sociales que hemos vivido en este periodo de nuestra historia reciente?. Los objetivos de estas jornadas apuntan que no, que es necesario contrarrestar una visión de la transición basada en análisis políticos o en la acción de ciertas individualidades, con las de hombres y mujeres de la ciudad y del campo, y añadir el estudio de la situación económica y social de estos años en España.
Sin embargo, yo creo que no es un problema de añadir más información, sino de modificar el enfoque que hacemos de la realidad y las pautas mediante las que seleccionamos las informaciones y las tratamos.
La crítica al discurso androcéntrico permite advertir que el problema no estriba sólo en el enfoque preferente a una parte de la población, sino en la valoración que se hace de las acciones de esa minoría, en que su comportamiento se valora como modelo de lo natural-superior, y este modelo implica un sistema de valores que naturaliza las formas de dominio expansivo de unos colectivos humanos sobre otros.
Esta crítica nos facilita des-cubrir el papel decisivo que juega en nuestra sociedad los propósitos de dominio expansivo, inscritos en la memoria mítica (Creced y multiplicaos y dominad la tierra) y redefinidos en la racionalidad del enriquecimiento y el progreso. Y nos hace sospechar que, para poder comprender el funcionamiento social, es preciso tener en cuenta no sólo las relaciones que se dan entre mujeres y hombres en el interior de cada sociedad, sino también las que el colectivo mantiene con otros y con el medio ambiente, y cómo la voluntad de dominio expansivo repercute en las sociedades que la practican; que las transformaciones internas de sociedades como la nuestra, que se mueven por ese propósito de expansión, afectan y son el resultado de las relaciones con otras sociedades y con el medio ambiente.
Comprendemos, así, que la expansión repercute en las riquezas que acumula el colectivo, que el botín obtenido permite incrementar tanto los bienes privados, los patrimonios, como los recursos públicos de que disfruta el conjunto del colectivo, y que la actividad política se ocupa precisamente de las negociaciones del reparto privado de los recursos conquistados gracias a esta expansión.
Podemos formular, ahora, un paradigma que nos ayuda a ampliar nuestro enfoque más allá del escenario público, hasta abarcar al conjunto de mujeres y hombres de distintas condiciones, cuyas actividades y relaciones se producen no sólo en los espacios privados sino también en los públicos y en aquellas zonas marginales, a las que se ha relegado a quienes han sido desposeídas y desposeídos de los recursos, a partir de la dinámica expansiva que ha redefinido las fronteras y jurisdicciones políticas a lo largo del siglo XIX.
Tener en cuenta las repercusiones de la dinámica expansiva en las transformaciones sociales internas privadas, públicas y marginales, enriquece el rompecabezas del análisis de la sociedad, incorporando piezas muy significativas que ponen de relieve las relaciones contradictorias y dinámicas entre el conjunto de relaciones sociales.
En este rompecabezas más complejo y dinámico cobran nuevo sentido los relatos de las historias de vida de mujeres y hombres concretos, las fuentes orales. Y también los medios de comunicación, como instituciones y medios tecnológicos y simbólicos.
3. Dinámica expansiva, marginación e integración social en el proceso de reproducción generacional de la vida social
Reconstruir la historia vivida por una persona supone seguir paso a paso el itinerario vital que conduce de las condiciones sociales en que se nace, definidas por la familia, la vivienda, la localidad geográfica y el espacio social donde transcurren los primeros años de su infancia, dentro y fuera del domicilio familiar, a las expectativas adolescentes que le llevan a calibrar las posibilidades o no de continuar o modificar esas condiciones en las que nació, expectativas, aspiraciones y sueños procedentes de la familia, la religión, la escuela, los medios de comunicación..., y a las decisiones adultas, en la vida privada y pública, fruto de esas condiciones y expectativas, decisiones que marcan las condiciones con que se encuentran al nacer las criaturas de las generaciones siguientes.
Los diversos itinerarios vitales, con sus contradicciones, se clarifican si tenemos en cuenta que la memoria que va acumulando cada persona a lo largo de su vida condensa la memoria acumulada por el colectivo en el que se desarrolla su vida, y que le transmiten tanto las mujeres y hombres de su familia de origen como las restantes personas con las que convive cotidianamente, más o menos próximas o lejanas, y con las que mantiene diversas formas de comunicación.
Estas consideraciones permiten formular un segundo paradigma que nos lleva a considerar la dinámica social como producto de la asimilación o no asimilación personal de la memoria colectiva.
Precisamente, con esa memoria colectiva se transmite a cada persona el propósito de dominio expansivo tal como lo ha codificado y aplicado el colectivo en el que nace, tanto en su versión mítica como en sus distintas versiones racionales.
Este propósito expansivo se exhibe hoy constantemente en los medios de comunicación que han proliferado como instrumentos que las personas utilizamos para conseguir ir más y más lejos más deprisa, abarcar espacios cada vez más amplios en tiempos más reducidos[4].
Unos medios de transporte y de transmisión de informaciones que se han ido instalando en los domicilios privados, desde donde podemos conectarnos con cualquier punto de la Tierra, del teléfono y la radio a la televisión e internet, sin olvidar el coche o la moto que espera en el garaje particular las órdenes precisas para desplazarnos rápidamente a cualquier parte, o allá donde conectemos con otros medios como los aviones que nos permiten hoy cruzar continentes y océanos en pocas horas.
Pero además, estos medios de comunicación reproducen simbólicamente la realidad y hacen la versión más moderna de ese propósito expansivo, cifrándola en un repertorio de modelos que definen cómo acceder al paraíso del consumo y el confort doméstico, y qué comportamientos conducen a los infiernos de la marginación social.
Las fuentes orales ilustran, así, las transformaciones sociales que han vivido las personas no sólo en los escenarios públicos, sino también en los privados y marginales; y no sólo en las actividades políticas, sino, además, en aquellas otras que se orientan a la reproducción cotidiana de la existencia humana, a la obtención, uso y disfrute de los recursos, y a las relaciones diversas con el entorno y con otros colectivos. Y los medios de comunicación expresan las expectativas y los sueños personales y colectivos que conducen a vivir conflictivamente la aspiración a la convivencia armónica con las otras personas y con el entorno, en unas sociedades que cifran sus modelos ideales de acuerdo con el propósito de ser más que otros colectivos a los que se valora como inferiores, y ser más que las generaciones precedentes.
Parecerse a los modelos publicitarios o a las personas a las que se enfoca dramáticamente indica la mayor o menor proximidad a los paraísos en los que se disfruta del confort doméstico, o a los infiernos en los que se sufre la marginación.
A la luz de estos paradigmas, las transformaciones históricas no aparecen ya reducidas a la sucesión lineal de acontecimientos políticos, sino como el proceso contradictorio de la reproducción generacional de la vida social en el que repercuten las posibilidades de integración / marginación social, que afectan tanto a los beneficios privados como a las estrategias públicas de reparto de esos beneficios, según la participación en la construcción de la vasta y compleja red de relaciones sociales de alcance planetario.
He apuntado antes que las mujeres que hemos accedido a los escenarios públicos, políticos y académicos, hemos tenido que aprender a comportarnos de acuerdo con las reglas que rigen en ellos, y hemos tenido que asumir el punto de vista androcéntrico propio de esa posición social. Es decir, en nuestros itinerarios vitales, a medida que nos hemos desplazado de los espacios domésticos a los públicos, hemos tenido que incorporar a nuestra memoria nuevos repertorios simbólicos que nos han facilitado la movilidad y nos han proporcionado mayores o menores beneficios privados, que han supuesto cambios en nuestro estatus en relación con nuestra familia de origen.
Son estos cambios en las posiciones sociales, fruto de estas movilidades vividas por mujeres y hombres, los que definen el grado de confort doméstico de que disfruta cada persona y, así, su posición social y sus posturas favorables o no a unas u otras opciones políticas.
Estos paradigmas nos ayudan, así, a comprender mejor unos cambios no sólo políticos sino también económicos y culturales, que han afectado al disfrute privado de los bienes, a la vida pública, y al conjunto de redes personales y colectivas que han traspasado las fronteras de los estados y entretejen hoy una trama transnacional desde la que se gestiona la apropiación y el disfrute de los recursos de la Tierra.
Bellaterra, abril de 2001
[1] Ponencia presentada a las VI Jornadas de Historias y Fuente Orales: La crisis del franquismo y la transición. El protagonismo de los movimientos sociales. Organizadas por el Seminario de Fuentes Orales de la Universidad Complutense de Madrid, y celebradas a la UNED - Ávila, del 23 al 25 de octubre de 1998
[2] Ver MORENO SARDÀ, A. (1986), El Arquetipo Viril, protagonista de la Historia. Ejercicios de lectura no-androcéntrica, y (1988), La otra ‘Política' de Aristóteles. Cultura de masas y divulgación del Arquetipo Viril.
[3] Ver MORENO SARDÀ, A. (1991), Pensar la historia a ras de piel. Ediciones de la Tempestad, Barcelona.
[4] Ver MORENO SARDÀ, A. (1998), La mirada informativa, Bosch, Barcelona.