Durante los días 6, 7 y 8 de diciembre de 1975 se celebraron en Madrid las I Jornadas por la Liberación de la Mujer, a las que asistieron unas quinientas mujeres de distintos lugares del Estado español (Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, Santander, Valladolid, Alicante, Málaga, etc.), la mayoría en representación de grupos de mujeres diversos que funcionaban entonces, otras a título individual. Estas Jornadas pueden considerarse como el primer paso hacia el desarrollo de un amplio movimiento feminista en España.
Era el Año Internacional de la Mujer y, desde que éste fuera proclamado por las Naciones Unidas, partiendo de diferentes perspectivas se pretendió por una parte dar una réplica a las posturas oficiales protagonizadas por la Sección Femenina y, por otra, utilizar el ambiente de discusión pública sobre la problemática de la mujer que la convocatoria de tal año suscitaría, con el fin de denunciar las discriminaciones de la mujer y de fomentar las organizaciones de mujeres para luchar por sus propias reivindicaciones. Las Jornadas de Madrid significaron la culminación de los trabajos realizados durante aquel año, fruto de la trayectoria seguida por organizaciones de mujeres que funcionaban desde tiempo anterior y por otras creadas entonces.
Estas primeras Jornadas tuvieron lugar -es importante tener lo en cuenta- cuando habían transcurrido dieciséis días de la muerte de Franco, y once días desde que el primer Gobierno de la Monarquía decretase un indulto en lugar de la amnistía general reclamada por la oposición democrática, indulto que decepcionó las esperanzas que la oposición había depositado, con mayores o menores recelos, en el paso del franquismo al juancarlismo. En el ambiente político general, pues, un tema primordial: incrementar las luchas por la reivindicación de la amnistía general para los condenados por delitos políticos y sindicales.
Como era lógico, tras cuarenta años de no discusión colectiva de la problemática de la mujer, en estas Jornadas surgieron los enfrentamientos más elementales entre las distintas formas de entender cómo y con qué objetivos debían organizarse las mujeres. Dado que se celebraban en Madrid y en la ilegalidad, la afluencia mayoritaria era la de las mujeres del Movimiento Democrático (que no hacía mucho se había adherido a la Junta Democrática de España), que entendía que el objetivo inmediato era la con quista de las libertades democráticas y, en aquellos días concretos, ya hemos dicho que el caballo de batalla era la demanda de amnistía general.
Las divergencias comenzaron pronto. El primer día y a primera hora se planteó a las asistentes que, dada la ilegalidad de la asamblea y que en cualquier momento podía llegar la policía y desalojar -y por tanto era imprevisible saber cuánto tiempo podría durar la reunión-, lo más urgente era enviar un telegrama al Rey solicitando la amnistía general. Aquí empezaron las discrepancias. Mujeres de Barcelona, que asistían mayoritariamente a título personal dados los problemas que el incipiente Moviment de Dones (Movimiento de Mujeres) tenía entonces, se opusieron porque consideraban que -aun estando de acuerdo con la petición de amnistía- el objetivo principal de las Jornadas era discutir sobre la problemática específica de la mujer, que nunca se había podido abordar colectivamente, y que si como consecuencia de la discusión se llegaba a la conclusión de que había que enviar el telegrama, se hacía. Por otra parte, feministas de Madrid que se reunían en torno al despacho de la abogado Cristina Alberdi, señalaron que, en caso de pedir la amnistía, las mujeres debían exigir que ésta se extendiera también a los actos considerados delictivos por una legislación que discrimina a la mujer, como adulterio, aborto, anticonceptivos, prostitución, homosexualidad, etc. Esto desbordaba el concepto de amnistía general defendido tradicionalmente por la oposición política, y muchas de las asistentes no comprendían en aquel momento el planteamiento auténticamente feminista de esta reivindicación, hoy asumida por todos los grupos e incluso por muchas organizaciones políticas, al menos de palabra. Es más, algunas negaban que en aquellas Jornadas tuviera que discutirse de feminismo: eran reacias a admitir el término.
En cada debate sobre cualquier tema se producían fuertes tensiones y enfrentamientos, especialmente en torno a las priori a que las organizaciones de mujeres debían establecer, tensiones fruto de la distinta concepción de lo que debe ser la lucha de las mujeres. La situación se agudizó todavía más cuando parte de la Asamblea planteó que el segundo día de las Jornadas, un domingo por la mañana, se suspendieran las sesiones para acudir a la manifestación que algunos partidos políticos habían convocado ante la prisión de hombres de Carabanchel, reclamando la amnistía. Quienes se oponían a tal propuesta argumentaban que la convocatoria de las Jornadas no debía servir simplemente para apoyar la lucha política general; si se decidía participar en la manifestación, la reunión perdía su sentido original pues, para apoyar las reivindicaciones políticas de aquel momento, las asistentes bien podían haberse quedado en sus lugares de origen; además, ¿por qué no se -había pensado en manifestarse ante la prisión de mujeres de Yeserías? Al final se llegó al acuerdo de que no se suspendían las sesiones, si bien quienes quisieran acudir a la manifestación lo harían.
Las discusiones más apasionadas se dieron en torno a las ponencias sobre «Mujer y Familia» y «Mujer y Barrios». No se había previsto ninguna sesión sobre sexualidad -lo cual ya es ilustrativo- por lo que este problema se discutió principalmente dentro de «Mujer y Familia». Para unas, la sexualidad hubiera merecido un debate especial en profundidad y no podía quedarse enmarcada en el ámbito de la familia; mujeres del Movimiento Democrático sostenían, sin embargo, que estos problemas no eran los que más afectaban a las mujeres de las clases populares; se llegó a decir que el problema de los anticonceptivos y el aborto preocupaba más a las burguesas, mientras que las mujeres de los barrios periféricos de las ciudades se sentían más interesadas por la carestía de la vida o los equipamientos sociales. Estas posturas se repitieron al discutir sobre los objetivos de las organizaciones de mujeres en los barrios, qué reivindicaciones debían asumir las mujeres y cuáles afectaban al conjunto de la sociedad, aunque ellas los padecieran más directamente por el papel que se les asigna en el seno de la familia.
El último día se decidió crear comisiones de trabajo para llegar a conclusiones sobre distintos temas, pero estas conclusiones no se podrían presentar definitivamente hasta tiempo después de la celebración de las Jornadas, y no fueron suscritas por todas las asistentes. Hubo enfrentamientos a la hora de de decidir qué comisiones se creaban y sobre qué discutirían, especialmente si debía dedicarse una al tema específico del feminismo, comisión que se creó y en el seno de la cual se debatieron las distintas concepciones.
Todas estas fricciones no respondían a cuestiones anecdóticas, sino que reflejaban problemas importantes de fondo: el principal, si el movimiento de mujeres debía dar prioridad a la lucha política general o a la lucha feminista y las relaciones entre ambos. Entre las partidarias de que el objetivo fundamental del movimiento de mujeres fuera la lucha feminista, algunas entendían que ésta debía ser la forma exclusiva de su participación política.
Empezaban a delimitarse algunas líneas generales del actual Movimiento de Liberación de la Mujer. La del Movimiento Democrático de Mujeres que, partiendo de la base de que la liberación de la mujer pasa por la conquista de las libertades democráticas -como repitieron sus miembros hasta la saciedad-, consideraba que las discriminaciones de la mujer sólo podrían empezar a resolverse en un régimen democrático y que, en consecuencia, el objetivo inmediato de las organizaciones de mujeres era incorporarse, e incorporar a la mujer en general, a la lucha por la conquista de estas libertades. La de las feministas radicales, que se aglutina ron en torno a las abogados Lidia Falcón (Barcelona) y Cristina Alberdi (Madrid) que, basándose en el análisis de que la mujer constituye la clase más explotada de todas, propugnaban la creación de un partido político feminista y que las mujeres militasen únicamente en él, en lugar de colaborar con los restantes partidos que tienen asumida una postura machista. Y finalmente la que dio en llamarse línea Barcelona o tercera vía (1), que se perfilaba más por no aceptar los planteamientos fundamentales de las otras dos que por tener unos principios definidos y coherentes: en general consideraban que la liberación de la mujer sólo sería posible con un cambio de las estructuras políticas, sociales y eco nómicas, con un sistema socialista, pero que estos cambios no llevarían necesariamente a la liberación de la mujer; de ahí la necesidad de una organización feminista autónoma e independiente de los partidos y organizaciones políticas y sindicales que, ya desde entonces, cuestionase el papel impuesto por la sociedad a la mujer y plantease sus reivindicaciones específicas, a fin de que las transformaciones generales se produjeran teniendo en cuenta las necesidades de las mujeres y no al margen de ellas.
Al final de las sesiones, la mayoría de las asistentes aprobaron una resolución política (Documento n.° 9 - I) y decidieron enviar un telegrama al Rey pidiendo la amnistía, protestando por las detenciones habidas durante la manifestación ante la cárcel de Carabanchel, exigiendo la derogación del decreto-ley antiterrorismo y el sufragio universal para poder decidir democráticamente los destinos del país. Las que no estuvieron conformes con este final tan político, elaboraron una nota a la opinión pública explicando sus discrepancias (Documento n.° 9 - II). No se había podido llegar a unas conclusiones definitivas respecto a los distintos problemas que se habían abordado (educación, familia, trabajo, mujer y sociedad, mujer y barrios, mujer rural, movimientos feministas) por lo que durante unos meses se estuvo trabajando en ellas, aprobándose definitivamente en la reunión de la Coordinadora Estatal celebrada el 14 de febrero de 1976, aun sin el refrendo de algunos de los grupos que habían participado en las Jornadas (Documento n.° 9 - III).
Puede decirse que el resultado más importante de aquellas 1 Jornadas por la Liberación de la Mujer fue, por una parte, el haber podido celebrar un primer debate sobre la problemática de la mujer que condujo a una clarificación de posiciones y, por otra, un aumento del nivel de conciencia feminista, aun a pesar de que algunas de las participantes, como hemos dicho, se negaban y se negaron durante algún tiempo a calificar aquellas Jornadas como feministas.
1. La resonancia que había tenido el ciclo de conferencias titulado «Las terceras vías a Europa» celebrado en Barcelona en aquellos meses, y a través de las cuales se presentaron públicamente los lideres de los partidos políticos del Consell de Forces Polítiques de Catalunya, influyó para que la línea sostenida por mujeres de Barcelona que asistían a título individual se calificase de «tercera vía».
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